Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico de Caracas
Especialidad: Educación Integral
Curso: Adquisición y Desarrollo del Lenguaje
Profesora: Angélica Silva
Periodo Académico 2006-II
Instituto Pedagógico de Caracas
Especialidad: Educación Integral
Curso: Adquisición y Desarrollo del Lenguaje
Profesora: Angélica Silva
Periodo Académico 2006-II
Alumna: Rocío Vázquez
Sección 002
Texto de opinión
Parece un hecho indiscutible que los animales se comunican entre si, pero el caso es ¿poseen estos un lenguaje con alguna semejanza al humano? Consideremos algunos ejemplos que pueden ayudarnos a esclarecer esta situación. Las gallinas en momentos de peligro lanzan “un grito” de advertencia a sus crías y todos los pollitos quedan inmóviles hasta que, otro “grito” los reúne. Así mismo los animales no sólo usan el sonido para comunicarse sino también utilizan el olor o el movimiento. Si un ave que está alimentándose en el suelo vuela hasta un árbol para acicalarse las plumas, ninguna de sus compañeras se mueve, sin embargo, si el ave se levanta para volar la bandada reconoce el modo distinto de levantar el vuelo y la siguen. No obstante, nosotros los seres humanos contamos con otros medios para comunicarnos además de la palabra hablada y escrita. Cuando sentimos asombro podemos expresar una exclamación que comprenderá todo aquel que nos rodee; Si algo no nos importa, nos encogemos de hombros y otras personas ven y comprenden este movimiento. Los animales no hablan, no emplean palabras no frases, pero algunos emiten sonidos que pudieran, haciendo una interpretación de ello, corresponder a nuestras exclamaciones de asombro, de indiferencia, entre otros, pero ¿estamos entonces con estos casos en presencia de un lenguaje animal?
Para responder esta interrogante, comenzaremos presentando una serie de argumentos con el propósito de convencerte a ti lector de que no existe un “lenguaje animal”. En primer lugar, cuando hablamos de lenguaje estamos ante un concepto que requiere ciertas características para identificarse como tal. Por ejemplo, el lenguaje se distingue de cualquier otro sistema de comunicación por tener una doble articulación. La doble articulación es la característica que singulariza a nuestras lenguas frente al resto de los procedimientos de comunicación: con unas pocas unidades distintivas (fonemas) se puede construir la expresión de miles de unidades significativas (palabras), las cuales combinadas adecuadamente, posibilitan un número infinito de mensajes en oraciones, frases y textos en cada lengua. Por su parte, las señales que otras especies emplean durante un intercambio de información carecen de este grado de estructura. Además a diferencia de nuestro proceso, las señales de los sistemas de comunicación animal suelen producirse como reacción a estímulos externos. Tampoco ese sistema puede hacer referencia a hechos alejados en el espacio o el tiempo, pero nosotros los humanos si podemos. Igualmente el sistema de comunicación humano es aprendido, transmitido de generación en generación, el de los animales aunque es innato también responde a simples patrones para procurar la supervivencia de la especie.
En segundo lugar, aunque parece que más recientemente, algunos experimentos vendrían a respaldar la idea de que la capacidad lingüística de los simios es mucho más alta de lo que se había supuesto, hay que tener en cuenta que la mayor parte de estas experiencias se han realizado en un entorno humano. Se ha hecho vivir a los simios en un ambiente humano (familiar, incluso) desde su nacimiento, sometiéndoles a un intenso proceso de aprendizaje que es artificial para ellos. También hay que señalar que dadas sus características anatómicas los simios no pueden pronunciar palabras: su comunicación no es vocal. Sin embargo, no se puede negar que sí pueden aprender a usar diversos signos: ópticos, táctiles o acústicos correspondientes a palabras y construir frases por combinación de estos signos. El problema se presenta por ahora, en que no es posible discernir hasta qué punto este “lenguaje” enseñado responde, por un lado, a capacidades naturales del simio y, por otro, si es una simulación de la conducta de sus entrenadores.
Para finalizar, podrían añadirse a la lista de diferencias que llevamos planteadas hasta el momento, algunos otros rasgos, pero creo que no añadiríamos nada nuevo a los argumentos en relación con los rasgos ya mencionados. En todo caso, estoy convencida de que de todo lo que he dicho puede extraerse una conclusión bastante pertinente para mi propósito: las diferencias entre los seres humanos y los animales son innegables, y en algunos aspectos muy marcadas, para trazar una frontera absoluta. No obstante, cualquiera que sea la alternativa que tomemos para responder la interrogante inicialmente planteada, debemos recordar que por si fuera poco a los rasgos distintivos ya mencionados, resulta evidente que entre el lenguaje humano y cualquier interacción con función comunicativa que se produzca entre los animales existe una diferencia que es mucho más que una diferencia de complejidad. La manera que tiene el hombre de relacionarse con los demás seres humanos y con el mundo es extraordinariamente compleja y hay algo de especial en el hombre que lo diferencia de los animales: el ser humano tiene la facultad de dotar de sentido a todo acto, todo pensamiento, todo sentimiento, todo objeto a través del lenguaje y esto es una gran diferencia entre los seres humano y los animales. Esta capacidad o habilidad del hombre y que es en definitiva lo que lo diferencia de los monos, caballos, perros y todos los otros animales es la capacidad simbólica, o lo que es lo mismo, el lenguaje. Intentemos una rápida revisión de esta idea: es a través de la introducción del hombre en el orden simbólico que el hombre no solamente puede nacer, crecer, reproducirse y morir, sino que también convivir en sociedad, comunicarse de una manera única y definitivamente ser humano porque debemos considerar también la idea de que, en cierto sentido, el hombre es el único ser que es dos cosas a la vez, pues nace como animal, como cría humana, pero sólo llega a ser humano a través de su participación en el orden simbólico (el lenguaje) y en la sociedad.